EL HOMBRE DE LAS 365 NARICES
En la España rural de los años 50 no habría fiesta de fin de año, cotillón y uvas con las campanadas hasta bien entrados los años 60, la radio era quien las retrasmitía , pero para entonces yo ya tenía 11 años, antes de eso con seis y siete años, aunque según la teoría ya debía de tener "uso de razón", creía firmemente que el último día del año, venía a la posada del pueblo un hombre con 365 narices, y lo creía porque me lo había dicho mi padre, que esa noche venía ese hombre porque iba por todos los pueblos.
Mi amiga y yo nos fuimos a pesar de la niebla fría y espesa a la plaza del pueblo a ver si llegaba el hombre, porque para ir a la posada tenía que pasar por la plaza, pero el hombre no vino. Caímos en cuenta en que la posada tenía otra puerta por otra calle y allí que nos fuimos corriendo a asomarnos, pero estaba cerrada y volvimos de nuevo, así estuvimos toda la tarde con las mejillas coloradas del calor de correr de una calle a otra, a pesar del frío y la humedad de la niebla.
Cuando la noche se echó nos fuimos a casa, extrañadas de no haber visto al hombre porque era casi imposible no verle, nuestros padres nos gritaron por llegar tarde, por haber ido tan lejos, porque no sabían dónde estábamos y por "ignorantes e infelices".
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