A punto de culminar el proceso de
formación territorial de Aragón se inicia la etapa sin duda más interesante de la
vida del reino: el tiempo en que tenía que «hacerse por dentro», sentirse a sí
mismo y definir su personalidad, su yo colectivo, diferenciado en el
seno de la ya constituida Corona de
Aragón.
Las estructuras
político-sociales y jurídicas forjadas en la «reconquista» de tierras han de
adaptarse, precisamente, a la falta de tierras nuevas, y ello exigía una
transformación del papel de los grupos nobles guerreros; había que buscar
nuevas formas de desarrollo económico y de proyección exterior; el ordenamiento
legal propio de reconquistas y repoblaciones no era ya adecuado y la nueva
época trae consigo, además, el primer asentamiento del poder de la Monarquía , tan
condicionada hasta aquí por las limitaciones típicamente feudales.
Lo que por simple
comodidad llamamos Aragón no era en 1200 sino conglomerado de «tierras del rey»
al lado de un conglomerado semejante a lo que llamamos «Cataluña» con mayor
impropiedad aún. El siglo XIII es un período conflictivo y de cambios
acelerados, la mayor parte del cual lo ocupa el reinado de Jaime I el Conquistador. Con su política,
sobre todo con su debilidad con las oligarquías y algunas torpezas, don Jaime
acelera el proceso de definición de las distintas «patrias»
La recuperación
de Mallorca y Valencia (1229 y 1238) constituyó la auténtica prueba de fuego
para la constitución de la
Corona de Aragón. Requería por primera vez la colaboración de
grupos sociales como la burguesía de marinos y comerciantes de la costa
catalana, que se entregó a esta tarea compensando las resistencias del ejército
nobiliario tradicional. Tal ayuda facilitó la «catalanización» rápida de
Mallorca y el que el monarca se sintiera mejor arropado y apoyado en Cataluña.
A la hora de emprender la conquista de las taifas valencianas, la aristocracia de
Aragón, después de nuevas resistencias miopes, decide ayudar, pero a condición
de que la empresa se planteara como obra exclusiva de Aragón.
El soberano decidió, con cierta lógica, que tanto Mallorca como Valencia
quedaran constituidos como dos reinos nuevos, separados y autónomos, junto a Aragón
y Cataluña. Las oligarquías aragonesas recibieron particularmente mal esta
medida.
FRONTERAS DEL REINO
Finalizada la reconquista era irremediable fijar la separación
entre los distintos territorios, harto confusa hasta entonces. En este punto, las
imprudencias del monarca, sus caprichos y hasta sus ilegalidades acabaron
volviéndose contra Aragón.
Divorciado de su primera esposa, el único hijo
del matrimonio, Alfonso, fue reconocido como heredero de Aragón «desde el Segre hasta Ariza». Casado
por segunda vez y con nuevos hijos, el rey se empeña en unos proyectos de repartos
improcedentes y contrarios a ley. En el testamento de 1242 Alfonso hereda
Aragón y Cataluña juntos; pero en el de 1244 sólo Aragón, con límite oriental
en el río Cinca. Naturalmente, toda Ribagorza y hasta la misma Lérida quieren
quedar incluidas en Aragón, pero las oligarquías catalanas protestan y Jaime I
les da la razón. A partir de 1248 (tercer testamento) se inicia la revuelta del
primogénito perjudicado por el reparto, apoyado por la nobleza de Aragón y
bastantes villas. Podemos considerar el episodio como el primer acuse de una
conciencia «aragonesista»; las fuerzas vivas mantienen su lucha en defensa de
un reino recortado hacia Valencia y hacia Ribagorza-Fraga-Lérida. En 1260 muere
el príncipe Alfonso, pero el mal ya estaba hecho: la frontera con Cataluña
queda fijada donde no correspondía y este motivo de queja aparecerá
intermitentemente, aun después de la devolución de Ribagorza a Aragón en 1300.
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