ALFONSO l EL BATALLADOR, PUDO UNIR ARAGÓN, NAVARRA Y CASTILLA PERO NO FUE POSIBLE
Alfonso I, al margen de muchos hechos pintorescos que adornan su biografía, fue uno de los reyes aragoneses más relevantes, especialmente en lo relativo a la consolidación y expansión del reino.
El que pasaría a la historia como Alfonso el Batallador nace cerca de Siresa en el año de 1073, hijo del monarca Sancho Ramírez y su segunda esposa Felicia de Roucy.
Alfonso hereda el trono aragonés y navarro en 1104 al morir su hermanastro Pedro I sin sucesión (ya que los dos hijos de éste habían muerto también).
Es sabido que la educación de Alfonso el Batallador se desarrolla en el Monasterio de San Pedro de Siresa, en un ambiente extremadamente religioso, influido por el espíritu de cruzada, especialmente ferviente en la vecina Francia.
Esta educación va a marcar su vida cuyo eje central será la guerra contra los almorávides para expansionar su reino y el anhelo de servir a la cristiandad mediante la guerra sin cuartel contra el infiel.
En el plano político se trata de un rey de fuerte carácter, muy personalista, que toma decisiones en todos los ámbitos: militar, diplomático, religioso, etc.
También se ha especulado con su posible homosexualidad y su fuerte sentimiento misógino.
La otra circunstancia que también impregna su biografía es la de las continuas desavenencias con su esposa Doña Urraca, que sumirán a Castilla y León en una guerra civil durante casi dos décadas.
Su idealista proyecto de cruzada contra los musulmanes le llevó a una continua carrera expansiva que tenía como objetivo la toma de Zaragoza y Lleida y más remotamente la salida al mar a través de Tortosa y Valencia.
Para ello contó con la ventaja de la debilidad militar de los almorávides en el Valle del Ebro, muy alejados de sus bases de Córdoba.
Las continuas batallas acometidas, saldadas casi siempre con victorias, le hizo merecedor del apelativo de Batallador.
El problema que generaron, sin embargo, estas rápidas conquistas fue la necesidad de atraer repobladores, ya que el joven reino no podía abastecer tan rápidamente de hombres y mujeres que poblaran y asegurasen las nuevas plazas tomadas. Ello le obligó a no sólo a conceder fueros muy ventajosos sino a atraer francos y mozárabes de Al-Andalus.
En 1118 hace su más importante conquista, la de la gran metrópoli zaragozana la populosa y próspera ciudad de Zaragoza, conviertiéndola en capital del reino de Aragón. Para ello contó con la ayuda de algunos ejércitos franceses que acudieron a la llamada del papa que proclamó los beneficios de cruzada a quienes para quienes participaran en la toma de la ciudad, según un concilio celebrado en Toulouse. con ella cae todo un extenso territorio que le permite avanzar hacia el oeste y el sur, tomando importantes ciudades como Tudela, Tarazona, Borja, Épila, Calatayud, Alhama, Ariza o Daroca, además de repoblar Soria.
Su matrimonio con Doña Urraca
El rey leonés concertó la boda de Urraca con Alfonso I de Aragón para hacer frente al amenazante poder almorávide que había llegado a la Península unas décadas antes y cuyo fanatismo y arrojo guerrero ponían en peligro a la cristiandad hispana.
La boda se celebra en 1109 y en las capitulaciones matrimoniales se establece que el aragonés actuaría como rey de Castilla.
Las continuas desavenencias políticas y personales entre ambos cónyuges, por su difícil carácter, lo que provoca una incesante suerte de conflictos bélicos entre los bandos de seguidores de Urraca y su hijo y los ejércitos del Batallador.
Esta guerra civil, salpicada de traiciones y cambios de bando de numerosos personajes relevantes de la época, se asemeja a un relato literario de ficción o de aventuras por los hechos tan rocambolescos que acontecen en un breve lapso de tiempo.
Alfonso sólo estuvo casado con Urraca pero no tuvo descendencia. Así, en 1131, siguiendo su modo de pensar en términos piadosos y de cruzada, redacta un peculiar y extraño testamento repartiendo su reino entre las órdenes militares del Temple, Santo Sepulcro y San Juan del Hospital.
Como rey guerrero, su muerte no pudo sobrevenir de otra manera que no fuera por las armas. Efectivamente, Alfonso fallece consecuencia de las heridas sufridas en el asedio a Fraga en el año 1134.
Los nobles consideran irrealizable el testamento, pues las órdenes militares aludidas no pueden acometer el gobierno, por lo que no reconocen los deseos del monarca fallecido y el reino se vuelve a fragmentar, después de medio siglo, en Aragón y Navarra. Aragón pasa a manos de Don Ramiro el Monje, hermano del fallecido, que reinará como Ramiro II. Navarra, por su parte, es entregada a García Ramírez "El Restaurador".
Alfonso el Batallador en el parque Grande, José A.Labordeta
Enlace:http://www.arteguias.com/biografia/alfonsoibatallador.htm
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