Campana de Huesca, pintura historicista S XlX |
RAMIRO ll, EL MONJE
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La muerte del Batallador y su inexplicable testamento, dejando el reino a
los órdenes militares, creo el desconcierto entre la nobleza que tuvo que
impelir a su hermano Ramiro el Monje a ocupar el trono.
Ramiro tuvo que vencer en numerosos retos:
·
Las iniciales revueltas nobiliarias
·
La articulación política y militar de un nuevo reino que se había ganado
por las armas durante el gobierno de su antecesor
·
Una economía en estado de crisis
·
Su sucesión, pues como miembro del clero, no estaba casado ni tenía
descendencia
Tercer hijo
de Alfonso I, el Batallador, en 1093, con la edad de siete u ocho años, es
llevado al monasterio de Saint Pons de Thomières, en Narbona, en donde sería
abad Frotardo, legado papal e impulsor de las reformas gregorianas en Aragón.La carrera religiosa de Ramiro no sólo respondía a la necesidad de otorgar al príncipe unas rentas y un cargo de categoría, sino que el que ha pasado a la historia con el sobrenombre de el Monje, se convertirá en un auténtico agente del rey mediante el que asegurar los resortes del poder alfonsino. Así, casado con Urraca de Castilla y León, Alfonso I se apresurará a poner al frente del importante monasterio de San Facundo y San Primitivo de Sahagún a su hermano Ramiro, dado el prestigio, la riqueza y el importante papel que jugaba en el reino castellano-leonés, llegando a convertirse, precisamente, en el más temible adversario del aragonés. Posteriormente, cuando las tensiones con Roma se acentúen, Ramiro pasará a convertirse en obispo de Roda-Barbastro - tras la muerte de Guillermo, titular del mismo, en la batalla de Fraga, ocurrida en el verano de 1134 -.
Se ha apuntado que Alfonso I, designando a su hermano como obispo de esta sede, quiso asegurarse que las disposiciones contempladas en su testamento con respecto a la donación del reino a las órdenes militares, se cumplía, aunque quizás estemos también ante un intento de control de la jerarquía eclesiástica con el objeto de consolidar la autoridad regia.
Sin embargo, la muerte del Batallador fue más bien inesperada y repentina, por lo que se podía abrir un grave período de inestabilidad que podía conducir, incluso, a la virtual desaparición del reino de Aragón: Buena parte de las conquistas realizadas por Alfonso I se perdieron a manos de los almorávides, mientras que Navarra reaparecía como reino por la proclamación de García Ramírez como rey de la misma. Aunque, por el pacto de Vadoluengo, el navarro, áun quedando al frente del Reino de Navarra, debía reconocer la soberanía de Ramiro II, el Restaurador del reino de Pamplona, acabó proclamándose vasallo de Alfonso VII de Castilla. La ocupación de Zaragoza por las tropas del castellano - los castellanos percibían tributos de la misma desde los tiempos de Fernando I y alegaban que el Batallador había conquistado Zaragoza como rey consorte de Castilla -, el desmoronamiento del Reino y la donación realizada por el Batallador a las Órdenes militares, determinarían a los nobles aragoneses a proclamar y asegurar la posición del nuevo monarca cuya posición, a tenor de la confusa titulación recogida por los diplomas, parece consolidada inicialmente.
De hecho, todavía en el verano de 1135, la contestación a Ramiro como rey de Aragón, debía ser importante, dado que se documenta la desposesión de hasta once nobles de las tenencias que tenían en concesión, lo que podría ser indicio de que dichos nobles habrían protagonizado algún grave incidente que precisaba de un duro y ejemlar castigo. Es probable que, teniendo en cuenta la separación de Navarra y la incapacidad del aragonés por recuperar dicho territorio y otras plazas de las que el navarro se apoderará o que Alfonso VII tuvo Zaragoza en su poder entre diciembre de 1134 y septiembre de 1135, cediéndola después al rey de Navarra, que la retuvo hasta agosto de 1136, dichos nobles se sometieran a uno u otro monarca, en ese año de 1135, se documenta la rebeldía de Arnal de Alascún, que llega a negar la entrada del monarca en Uncastillo. La situación era tan grave que, a finales de año lo encontramos refugiado en Besalú, bajo la soberanía del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV.
Unido a Inés de Poitiers, Ramiro II tendría de ella a Petronila, cuyo destino estuvo siempre sujeto a los cambiantes contextos diplomáticos: para 1136, el enlace más atractivo resultaba el catalán, por lo que, prometido a la heredera aragonesa, a partir de 1137, Ramón Berenguer IV se convertirá en 'príncipe de los aragoneses' - el matrimonio no se celebrará hasta 1150 -, dando lugar, en la persona de su hijo, al nacimiento de la Corona de Aragón.
Asegurada la sucesión y la estabilidad en el reino, Ramiro se separará de Inés de Poitiers, para volver a su vida religiosa, ejerciendo quizás el ministerio sacerdotal, después de todos estos avatares, en San Pedro el Viejo de Huesca.
Por su parte, las Órdenes Militares, cuyas expectativas habrían quedado frustradas con la proclamación de Ramiro, el Monje como rey de Aragón, optaron por renunciar a aquellas tenencias y territorios que, en virtud al testamento de Alfonso I, le correspondían: En 1134 renuncia el Hospital, en 1141 el Santo Sepulcro y en 1143 el Temple.
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